martes, 9 de junio de 2015

Carl Linneo

CARL LINNEO Y LA DENOMINACIÓN DE LAS ESPECIES 
Carl Linneo es el único de los científicos mencionados en este libro* que cambió su nombre, pasando de la versión latinizada a una forma en lengua vernácula. Si esto sucedió así, fue sólo porque el apellido ya lo había latinizado su padre, un clérigo conocido inicialmente como Nils Ingemarsson, que se inventó el apellido Linnaeus a propósito de un tilo (linden tree) que se encontraba en su finca. La única razón por la que Carl (llamado a veces Carolus), un hombre vanidoso con una opinión exagerada sobre su propia importancia, cambió este nombre espléndido fue que en 1761 se le concedió un título nobiliario (con efecto retroactivo desde 1757) y se convirtió en Carl von Linné o, en sueco, Carl af Linne. Pero en castellano, ha pasado a la posteridad sencillamente como Linneo. Linneo nació en Ráshult, en el sur de Suecia, el 23 de mayo de 1707. Su familia no era rica e intentó que Linneo siguiera los pasos de su padre, convirtiéndose en clérigo. Sin embargo, demostró tan poco interés o tan escasa aptitud para ello, que su padre estuvo a punto de colocarlo como aprendiz de zapatero, pero entonces intervino uno de los maestros que habían enseñado al niño y sugirió que podría hacer la carrera de medicina. Con las ayudas de varios patrocinadores, Linneo pudo terminar sus estudios de medicina, que había empezado en la Universidad de Lund en 1727 y continuó en Uppsala desde 1728 hasta 1733. 

Linneo había sentido interés por las plantas en flor desde que era niño y en la universidad sus lecturas de libros de botánica fueron mucho más allá del programa que se exigía a los estudiantes de medicina. Le interesó especialmente la nueva teoría, formulada en 1717 por el botánico francés Sébastian Vaillant (1669-1722), según la cual las plantas se reproducían sexualmente y que tenían unos elementos macho y hembra que se correspondían con los órganos reproductores de los animales. La novedad y la audacia que implicaba reconocer esto en  el siglo XVIII se puede apreciar quizás en el hecho de que el propio Linneo nunca comprendió del todo el papel de los insectos en la polinización, aunque fue uno de los primeros en aceptar y utilizar la teoría de la reproducción sexual de las plantas. 

Mientras realizaba sus estudios de medicina, Linneo concibió la idea de utilizar las diferencias entre los órganos reproductores de las plantas de flor como un medio para clasificar y catalogar las plantas. Esta iniciativa resultaba natural en él, ya que era un catalogador obsesivo que hacía listas de todo (el típico coleccionista de sellos). Cuando se convirtió en profesor, sus salidas al campo con los estudiantes para hacer botánica estuvieron organizadas con precisión militar; los estudiantes incluso tenían que vestir ropas especialmente claras, a las que llamaban el «uniforme botánico». Siempre iniciaban la salida a las siete en punto de la mañana, hacían un descanso para el almuerzo a las dos de la tarde y otro breve descanso a las cuatro de la tarde, mientras el profesor realizaba demostraciones exactamente cada media hora. En una carta dirigida a un amigo, Linneo comentaba que era incapaz de «entender algo que no estuviera ordenado sistemáticamente». En muchas personas esto se consideraría una aberración, una manera de ser preocupante en vez de algo de lo que se pudiera estar orgulloso; pero Linneo encontró exactamente el cauce adecuado por el que podía desarrollar este comportamiento anormalmente obsesivo. 

Pronto le fue reconocido su talento —en Uppsala, a partir de 1730, trabajó conjuntamente con uno de los profesores, Olaf Rudbeck, llevando a cabo demostraciones en los jardines botánicos de la universidad y, en 1732, la Sociedad de Ciencias de Uppsala le envió a una importante expedición a Laponia para que recogiera muestras de especímenes botánicos e investigara las costumbres locales de lo que entonces era todavía un misterioso país del norte. 

En 1734, Linneo emprendió otra expedición botánica, esta vez a la zona central de Suecia, antes de terminar su licenciatura en medicina en la Universidad de Hardewijk, en Holanda, el ario 1735. Entonces se trasladó a la Universidad de Leiden, pero regresó a Suecia en 1738 y se casó con Sara Moraea, hija de un médico, en 1739. Ejerció como médico hasta 1741 en Estocolmo, donde fue nombrado para la cátedra de medicina de Uppsala. En 1742, se cambió a la cátedra de botánica, que ocupó durante el resto de su vida. Falleció en Uppsala el 10 de enero de 1778. 

A pesar de todos sus defectos, Linneo fue un hombre encantador y un profesor muy bien considerado, siendo muchos los alumnos suyos que se encargaron de divulgar por todas partes sus teorías sobre taxonomía, tanto en vida de Linneo como después de su muerte. Sin embargo, lo que llama más la atención con respecto a estas teorías es que las formuló, de una manera completa en lo esencial, siendo todavía un estudiante, y las público totalmente terminadas, con el título Systema Naturae, en 1735, poco después de su llegada a Holanda. Su obra estuvo sometida a numerosas revisiones y ediciones, y la innovación por la que se recuerda ahora a Linneo es principalmente el sistema binomial de clasificación que aplicó a todas las especies, con un nombre formado por dos palabras —se explicaba en el primer volumen de la décima edición—, que apareció en 1758 (el año en que regresó el cometa de Halley), después de haber sido presentado en su libro Species Plantarum en 1753. Fue aquella décima edición la que ofrecía una introducción a la biología y definía términos tales como Mammalia, Primates y Horno sapiens, entre otros. La idea de dar a las especies nombres de dos palabras no era en sí algo nuevo, puesto que ya existía en descripciones realizadas en lenguas vernáculas que se remontaban a tiempos antiguos; pero lo que Linneo hizo fue convertir esto en un método sistemático de identificación con unas reglas básicas precisas. Pero nada de esto habría tenido tanta importancia sin todo el esfuerzo dedicado a identificar y clasificar especies según sus características —la investigación de campo llevada a cabo por el propio Linneo, sus alumnos y algunos predecesores como Ray—. 

En sus diversas publicaciones, Linneo aportó las descripciones de unas 7.700 especies de plantas y 4.400 especies de animales (casi todo lo que era conocido en Europa en aquella época), dando finalmente a todas ellas sus nombres según el sistema binomial. Todo lo que había en el mundo de los seres vivos quedó ordenado por Linneo en una jerarquía de relaciones de familia, desde las amplias clasificaciones de reino y clase, bajando a través de las subdivisiones de orden y género, hasta la especie en sí misma. 

Aunque algunos de estos  nombres han sufrido modificaciones a lo largo de los años, y algunas especies han sido reclasificadas a la luz de evidencias posteriores, la cuestión es que a partir de la época de Linneo, siempre que un biólogo se ha referido a una especie (por ejemplo, Canis lupus, el lobo) sus colegas han sabido con exactitud de qué especie se estaba hablando. Pero, en caso de que no fuera así, han podido consultar todas las particularidades de la especie en cuestión en textos estándar, e incluso ver especímenes de esa especie preservados bajo las bóvedas de los museos de historia natural. 

La influencia de este sistema se puede ver en el modo en que conserva aún en nuestros días, en el trabajo científico, el último vestigio del latín, que antiguamente fue el lenguaje universal de la ciencia. Cuando las generaciones siguientes de botánicos y zoólogos exploraron el mundo más allá de Europa, las nuevas especies que descubrieron pudieron clasificarse y encajarse asimismo dentro de este sistema de denominación, aportando los materiales básicos a partir de los cuales comenzarían a aclararse en el siglo XIX las relaciones entre las especies y las leyes de la evolución. 

Todo el trabajo de catalogación de Linneo se podría despreciar, desde un punto de vista poco caritativo, considerándolo como mero coleccionismo de sellos. Pero hay que pensar que Linneo dio un paso audaz que cambió para siempre la idea que tenían los seres humanos sobre su propio lugar en la naturaleza. Fue el primero que incluyó al «hombre», que era como denominaban al ser humano en aquellos tiempos, en un sistema de clasificación biológica. Le costó cierto tiempo decidir cómo se podía encajar al hombre en el esquema biológico de los seres vivos, y la propia idea de clasificarlo del mismo modo que a los animales era, por supuesto, un tema controvertido en el siglo XVIII. 

La última versión moderna de esta clasificación, yendo más allá del sistema original de Linneo, da nuestra posición exacta en el mundo de los seres vivos de la siguiente manera: 
reino animal filum* cordado ubfilum vertebrado clase mamífero orden primate familia homínido género horno especie sapiens 

Según el estado actual de las cosas, nuestra especie, Horno sapiens, es la única que pertenece a un género en el que sólo hay una especie —el género Homo incluye solamente al Horno sapiens—. Sin embargo, Linneo vio esto de otra manera, y no se le debería acusar de desplazar al Horno sapiens demasiado lejos de otros animales, ya que incluyó otras especies de «hombre» en el género Horno, basándose en leyendas populares y mitos que hablaban de hombres con rabo, «trogloditas» y otros por el estilo. También le atormentaba la duda de si debería o no existir un género especial para el Homo. En el prólogo de su obra Fauna Svecica, publicada en 1746, decía: «el hecho es que, como experto en historia natural, todavía he de encontrar alguna característica que permita distinguir al hombre del mono, utilizando principios científicos», y en respuesta a las críticas suscitadas por esta postura, en 1747 escribía a su colega Johann Gmelin lo siguiente: Le pido a usted y a todo el mundo que me indique una diferencia genérica entre el hombre y el mono, una diferencia que se ajuste a los principios de la historia natural. Desde luego, yo no conozco ninguna... Si yo llamara mono al hombre, o viceversa, conseguiría que todos los teólogos se me echaran encima. Aunque quizás tenga que llegar a hacerlo algún día para ajustarme a las leyes de la ciencia. 

En otras palabras, Linneo creía realmente que el hombre pertenecía al mismo género que los monos, una creencia totalmente corroborada por los modernos estudios sobre las similitudes existentes entre el ADN de los humanos, los chimpancés y los gorilas. Si la clasificación se hiciera según las pautas actuales, utilizando las pruebas del ADN, el hombre quedaría clasificado en realidad como un chimpancé —quizás sería el Pan sapiens*—. 

El hecho de que el Homo sapiens se encuentre espléndidamente aislado como único miembro de un género se debe exclusivamente a un accidente histórico y al temor que sentía Linneo ante la posibilidad de provocar la ira de los teólogos. Linneo era un hombre religioso y ciertamente creía en Dios. Como muchos de sus contemporáneos, se vio a sí mismo un descubridor de la obra divina cuando hacía la clasificación de los seres vivos; en más de una ocasión dijo que el número de especies que existían en la Tierra en su época coincidía con el número de las que había creado Dios al comienzo de los tiempos. Pero esto no impidió que tuviera sus dudas con respecto a la interpretación de la Biblia que se hacía habitualmente en el siglo XVIII, especialmente cuando se planteaba la cuestión de la edad de la Tierra. Linneo se vio implicado en este debate a causa de una controversia que hizo furor en Suecia durante la década de 1740, después de haberse descubierto que el nivel del agua parecía estar descendiendo en el mar Báltico. Una de las primeras personas que investigó este fenómeno debidamente y que presentó pruebas convincentes de que realmente se estaba produciendo un cambio en el nivel del mar fue Anders Celsius (1701-1744), conocido actualmente por la escala de temperaturas que lleva su nombre. Una de las posibles explicaciones que planteó Celsius para la 

* Pan troglodytes es el chimpancé, y es también la única especie existente en su género. (N. de la t.) 

«disminución de las aguas» se basaba en una teoría expuesta por Newton en el tercer volumen de los Principia, según la cual el agua se estaría convirtiendo en materia sólida por la acción de las plantas. Esta teoría decía que las plantas están formadas principalmente por fluidos tomados del entorno y, cuando las plantas se marchitan, forman una materia sólida que es transportada por los ríos a mares y lagos, para depositarse allí en el fondo y constituir nuevas rocas. Linneo desarrolló esta teoría mediante un elaborado modelo en el que las hierbas o algas de la superficie desempeñan un papel importante para mantener las aguas quietas (como en el mar de los Sargazos) y favorecer la sedimentación; pero los detalles de este modelo no deben preocuparnos, ya que estaba equivocado prácticamente en su totalidad. Lo que sí es significativo, sin embargo, es que estas investigaciones llevaron a Linneo a plantearse la cuestión de la edad de la Tierra. 

En la década de 1740, era ya muy conocida la existencia de fósiles en lugares alejados de los mares y estaba ampliamente aceptada la idea de que estos fósiles eran los restos de seres que vivieron en otros tiempos. Esta idea había ganado en credibilidad después de conocerse el trabajo del danés Niels Steensen (1638-1686), que latinizó su nombre convirtiéndolo en Nicolaus Steno y en general recibe sencillamente el nombre de Steno. A mediados de la década de 1660, estableció la conexión entre las características distintivas de los dientes de los tiburones y las de los restos fósiles hallados en estratos rocosos tierra adentro, lejos del mar, y que él reconoció también como dientes de tiburones. Steno argumentó que los diferentes estratos de rocas se habían depositado bajo el agua en épocas diferentes de la historia de la Tierra, y muchos de sus sucesores del siglo XVIII, e incluso del XIX, identificaron este proceso con el Diluvio universal (o con una serie de diluvios). 

Linneo aceptaba el relato bíblico del Diluvio, pero en su razonamiento decía que un suceso de corta duración (una inundación que hubiera durado menos de 200 días) no podía haber trasladado a los seres vivos lejos tierra adentro y haberlos cubierto con sedimentos en tan poco tiempo —«aquel que atribuya todo esto al Diluvio, que llegó de repente y de repente se fue, es verdaderamente alguien ajeno a la ciencia», escribió, «y es ciego, porque sólo ve a través de los ojos de otros, si es que ve realmente algo»—. Por el contrario, Linneo afirmaba que inicialmente la Tierra estaba toda ella cubierta de agua, y que el agua había estado descendiendo continuamente desde entonces, convirtiendo cada vez más zonas en tierra firme y dejando tras de sí fósiles como prueba de que las aguas habían cubierto en otro tiempo la Tierra. Estaba claro que todo esto requería mucho más que los 6.000 años de historia que los expertos bíblicos de la época calculaban, pero Linneo nunca se decidió a afirmarlo abiertamente. 

En el siglo XVIII, había ya razones para poner en duda la fecha del 4004 a.C. que había calculado para la creación del mundo el arzobispo James Ussher en 1620, y no sólo desde el ámbito de la ciencia, sino también desde el de la historia. En aquel tiempo, empezaba a llegar a Europa información sobre China, principalmente como consecuencia de la obra de los misioneros jesuitas franceses, y se llegó a saber con certeza que el primer emperador sobre el que había datos documentados ocupó el trono de China unos 3.000 años antes del nacimiento de Cristo, lo cual implicaba que la historia de China se remontaba a una época mucho más lejana. Aunque algunos teólogos se limitaron a intentar que la cronología de Ussher fuera compatible con los datos de China, Linneo escribió que él «habría creído gustoso que la Tierra era más antigua que lo que afirmaban los chinos, si esto hubiera sido compatible con las Sagradas Escrituras», y que «en otros tiempos, la naturaleza hubiera formado la Tierra, la hubiera destrozado y luego la hubiera formado otra vez». Linneo no podía decidirse a afirmar, con estas palabras, que la interpretación teológica habitual de la Biblia estaba equivocada. Sin embargo, en Francia, su contemporáneo Georges-Louis Leclerc, conocido para la posteridad como el conde de Buffon, se decidía a dar este paso hacia delante y a realizar los primeros experimentos verdaderamente científicos para determinar la edad de la Tierra. 

miércoles, 29 de abril de 2015

cosmismo ruso

El cosmismo ruso es un movimiento filosófico y cultural surgido en Rusia a principios del siglo XX. El cosmismo implica una teoría de filosofía natural que, aunando elementos religiosos y éticos, trataba de los orígenes, evolución y futuro del universo y la humanidad. Las raíces de este pensamiento se encuentran tanto en la tradición filosófica occidental como en el cristianismo ortodoxo ruso y han tenido una posterior repercusión en algunos autores transhumanistas.  

El concepto "cosmismo" no es habitual en el idioma español. Su utilización proviene de la traducción directa del concepto en ruso космизм (kosmizm), el cual proviene del griego kosmós (‘cosmos’). La traducción de la palabra kosmizm por cosmismo en español se ha realizado siguiendo el modelo habitual para las palabras que en ruso terminan en "izm", como sotsializm (socialismo) kommunizm (comunismo) niguilizm (nihilismo) panslavizm (paneslavismo) Para sus derivados se ha seguido una regla similar, así para los filósofos que han desarrollado esta corriente del pensamiento ruso o que se han considerado miembros de la misma, se ha utilizado el concepto de cosmistas, lo mismo que para los seguidores del comunismo se utiliza el de comunistas o para los seguidores del paneslavismo el de paneslavistas. 

Descripción

En Rusia están todavía muy arraigadas en su conciencia colectiva las concepciones cósmicas del mundo (del tiempo, del espacio, de la historia, etc.), que ha venido manifestándose de formas diversas en las tradiciones, el folclore, las crónicas, y después en la literatura, la filosofía y la ciencia. El cosmismo ruso puede ser considerado como una tendencia filosófica, consolidada a finales del siglo XIX, que pretendió dar una explicación del fenómeno de la vida sobre la tierra y de la actuación y misión del hombre como manifestación perfeccionada de la misma. 

Uno de los conceptos claves del cosmismo es el de bogochelovéchestvo (teohumanidad), elaborado por la filosofía religiosa rusa y especialmente desarrollado durante finales del siglo XIX y principios del siglo XX por autores como Soloviov, Berdiáyev, Paolo Trubetskói, Lev Karsavin (hermano de la bailarina Tamara Karsávina), etc. Enlaza con el estudio cristiano de la unidad de lo divino y lo humano en la naturaleza de Jesucristo. Cristo es interpretado como la Unidad, síntesis de lo divino y lo humano en la Tierra. Esta idea está relacionada con el concepto de vseiedinstvo (всеединство, unidad total), que puede ser entendido como conocimiento total, global, o concepción única del mundo. Sobre la idea de vseiedinstvo escribieron diversos autores, entre ellos Soloviov, Serguéi Bulgákov, Lev Karsavin, Florenski, Vasili Zenkovski, Iván Kiréievski, Alekséi Jomiakov, etc. 

En el concepto vseiedinstvo (всеединство, unidad total) el hombre es considerado como la unión de la manifestación de lo divino con la naturaleza material, con lo terrenal. La creación, como obra del dios Yahvé, está revestida de divinidad. El hombre como parte de la creación es a la vez creación divina e intermediario entre Dios y la naturaleza, entre Dios y la historia terrenal, de la que forma parte. El hombre en sí no es nada, sólo llega a ser persona, a considerarse a sí mismo, persona, hombre, en la medida que toma conciencia de su pertenencia a una personalidad cósmica. 

Se considera a Nikolái Fiódorovich Fiódorov como el fundador de la filosofía cosmista rusa. Sus ideas filosóficas, aunque influyeron de manera significativa en Tolstói, Soloviov, Tsiolkovski y Dostoyevski, etc., eran apenas conocidas por un número reducido de amistades y alumnos, manteniéndose desconocidas para el público en general. Sólo después de su muerte sus trabajos fueron recogidos en dos volúmenes y publicados por primera vez en 1906 bajo el título de Filosófiya óbschego dela (Filosofía de la causa común). Las ideas filosóficas de Fiódorov crean un sistema filosófico globalizador en el que el hombre, la Tierra y el cosmos, son interpretados como algo interrelacionado e interdependiente. Para Fiódorov, el principal problema con el que se enfrenta la humanidad es el de la violencia. Esta situación es, a su vez, consecuencia de la situación de dependencia total del hombre con respecto a la naturaleza, que lo somete a las leyes de la muerte y del "final" konéchnost (finitud). En esa situación cada persona, cada comunidad, cada pueblo, se plantea el problema de la supervivencia de una manera aislada con respecto a los demás, toda vez que, condicionado por esa situación de dependencia, el hombre debe preocuparse antes de nada por su propia conservación y perpetuación, lo que genera una tendencia egoísta e individualista hacia el aislamiento. Para que la humanidad pueda superar esta tendencia, debe tomar conciencia de su situación de dependencia con respecto a las fuerzas de la naturaleza y unirse para su superación. El hombre, con su capacidad para el razonamiento, debe conocer los secretos de las fuerzas de la naturaleza y vencerlos, regularlos en beneficio de la humanidad. El conocimiento de las fuerzas de la naturaleza y su regulación llevará incluso al hombre a dominar la muerte. 

El Cosmismo se centra en varias cuestiones fundamentales: la regulación de los fenómenos atmosféricos, el control del movimiento de la Tierra y la conquista de "nuevas tierras" en el cosmos, el restablecimiento de la vida a los antepasados. La muerte, según Fiódorov, es un fenómeno temporal, causado por la falta de conocimiento de la naturaleza y de autoconocimiento del propio hombre. Según Fiódorov, el hombre está llamado a dominar la naturaleza, a dirigirla, y con ello procurar el bien a la humanidad. Pero el hombre no actúa únicamente por su propia voluntad, sino que, como parte de la naturaleza, como parte divina de la creación, completa a través de él el acto mismo de la Creación y permite al hombre convertirse en coprotagonista de la Creación. La Creación adquiere así un carácter continuo, no acabado. Dios a través del trabajo del hombre continúa la obra de la Creación. El hombre se convierte en protagonista activo de la Creación como manifestación de la divinidad. La Creación debe ser conducida a su culminación, que implicará el dominio de la naturaleza, de sus fuerzas, el dominio de la Tierra. Pero la humanidad no debe limitarse solamente a conseguir el control de la naturaleza terrestre, sino que, al ser la Tierra parte del cosmos, el hombre debe aprender a controlar el Sistema solar y todo el cosmos. La actividad humana no debe limitarse a los límites del planeta Tierra, porque la salida al cosmos vendrá a satisfacer el interés general, el interés común, ante el rostro de las fuerzas cósmicas cesan todos los demás intereses: personales, de clase, nacionales; sólo un interés no se olvida: el interés general de todas las gentes, es decir, de todos los mortales. Desde este punto de vista, la actividad del hombre toma una nueva dimensión que ya no es sólo terrenal, sino cósmica y entra en una era de madurez expresada en las palabras de Tsiolkovski: «La Tierra es la cuna del hombre, el cosmos es su casa». 

A primera vista, los escritos e ideas de Fiódorov (pensemos sólo en una de sus ideas principales: la resurrección de los muertos) se nos presentan como un cúmulo de ideas absurdas, barbaridades y herejías del cristianismo; aspiraciones irrealizables, utópicas, de construcción de un mundo feliz, del Reino de Dios en la Tierra. Sin embargo, estas ideas absurdas y en muchos casos incoherentes dieron frutos realmente sorprendentes. Con su influencia sobre filósofos y científicos, las ideas de Fiódorov impulsaron el desarrollo de la filosofía y el desarrollo teórico y práctico de ramas concretas de la investigación científica soviética, como fue el caso del programa espacial soviético, al tiempo que sus teorías se convirtieron en parte de los soportes éticos de la ciencia soviética. 

Según el cosmismo, la ciencia y la tecnología se convierten en factores fundamentales de progreso, pero en un sentido diferente al de la cultura occidental. La ciencia está cargada de valores morales y su único objetivo es hacer el bien, estar al servicio de la humanidad, ayudar al hombre a vencer el mal y vencer el estado de imperfección y de sometimiento en que se encuentra con respecto a la naturaleza. La ciencia es considerada, no como un instrumento para conseguir el bien, sino que la ciencia lleva en su esencia, como componentes innatos a ella, el bien y el mal. Al igual que el hombre conoce el bien y el mal, pero dispone del libre albedrío para hacer el uno o el otro, aunque como criatura de Dios tiende a hacer el bien, la ciencia llevando en su seno el bien y el mal, como creación del hombre tiende por principio a hacer el bien. Con la ciencia el hombre puede alcanzar el estado máximo de felicidad. La ciencia ayudará al hombre a destruir a su mayor enemigo: la muerte.  
Representantes

Nikolái Fiódorovich Fiódorov (1828-1903) : Abogaba por una radical prolongación de la vida mediante métodos tecnológicos, incluyendo la eventual inmortalidad o resurrección de los muertos. Konstantín Tsiolkovski (1857-1935): uno de los pioneros teóricos de la exploración espacial y la cosmonáutica. En 1903 publicó Исследование мировых пространств реактивными приборами (La exploración del cosmos mediante aparatos a reacción), el primer trabajo científico conocido sobre viaje espacial. También creía en la posibilidad de una futura perfección humana al estilo del panpsiquismo. Vladímir Vernadski (1863-1945): acuñó el término noosfera. Aleksandr Chizhevski (1897-1964).

Vladimir Ivanovich Vernadsky (1863-1945)

Vladímir Ivánovich Vernadski Влади́мир Ива́нович Верна́дский) (12 de marzo de 1863 – 6 de enero de 1945) fue un científico ruso1 2 3 que contribuyó a la fundación de varias disciplinas modernas, especialmente la geoquímica, y cuyas ideas sobre la noosfera fueron una contribución fundamental al cosmismo ruso

En 1885 se graduó en física y matemáticas en la Universidad de San Petersburgo, prolongando su formación durante los dos años siguientes en diversas universidades europeas. A partir de 1890 fue profesor de mineralogía y cristalografía en la Universidad de Moscú, donde se doctoró en 1897. Miembro de la Academia Rusa de Ciencias desde 1912, trabajó para esta institución hasta su muerte. A la vez fue fundador (1918) y primer presidente de la Academia Ucraniana de Ciencias. Por éste y otros motivos es considerado tan compatriota por los ucranianos como por los rusos. 

Vernadski fue discípulo de Vasili Vasílievich Dokucháyev (1840-1903), fundador de la edafología, quien le transmitió una comprensión integradora de la naturaleza. Eduard Suess, que también había sido influido por Dokuchayev, forjó la palabra biosfera sin llegar a definirla. Vernadski es especialmente célebre por su libro La biosfera (1926), donde presenta a la vida como la fuerza geológica que da forma a la tierra. Vernadsky fue fundador de nuevas disciplinas como la geoquímica, la biogeoquímica y la radiogeología. Habiéndole dado al concepto de biosfera su contenido actual, es considerado como uno de los fundadores de la ecología y el padre de la visión moderna del sistema Tierra. Concebía la Tierra como la superposición de cinco realidades integradas: la litosfera, entendida como esfera sólida de la Tierra; la atmósfera; la biosfera; la tecnosfera, el resultado de la alteración producida por el hombre; y la noosfera, la esfera del pensamiento. A su vez veía la historia del planeta como una evolución autónoma con tres etapas dominadas respectivamente por la evolución geológica, la evolución biológica y la evolución de la cultura. Vernadski observó la dependencia de la composición atmosférica con respecto a la actividad biológica, ofreciendo de la Tierra un concepto muy próximo al propuesto más tarde por James Lovelock con su hipótesis Gaia. 

Vladímir Vernadski dejó una nutrida estela de seguidores en la Unión Soviética, la cual constituyó una escuela separada. La influencia de Vernadski en la ecología occidental se ha producido a través de algunos de sus discípulos, y de la traducción al inglés de dos de sus obras: Geoquímica (1924) y La biosfera (1926). Debe destacarse la influencia de sus nociones sobre Teilhard de Chardin, cuyo uso del concepto de noosfera deriva directamente del de Vernadski.

noósfera

La Noosfera o noósfera (del griego noos, inteligencia, y esfera) es el conjunto de seres vivos dotados de inteligencia, según Vladimir Ivanovich Vernadsky. El diccionario de la Real Academia Española lo define como el «conjunto de los seres inteligentes con el medio en que viven».

Vladimir Ivanovich Vernadsky elaboró la teoría de la noosfera como contribución esencial al cosmismo ruso. En dicha teoría, la noosfera es la tercera de una sucesión de fases del desarrollo de la Tierra, después de la geosfera (materia inanimada) y la biosfera (vida biológica). Tal como la emergencia de la vida ha transformado la geosfera, la emergencia de la cognición humana transforma la biosfera. En contraste con las concepciones de los teóricos de Gaia o de los promotores del ciberespacio, la noosfera de Vernadsky emerge en el punto en donde el género humano, mediante la maestría en los procesos nucleares (energía nuclear), es capaz de crear recursos mediante la transmutación de elementos. 

La teoría de la Noosfera sería recogida más tarde por el teólogo cristiano Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). Teilhard explica la noosfera como un espacio virtual en el que se da el nacimiento de la psiquis (noogénesis), un lugar donde ocurren todos los fenómenos (patológicos y normales) del pensamiento y la inteligencia. Para Teilhard, la evolución tiene igualmente 3 fases o etapas: la geosfera (o evolución geológica), la biosfera (o evolución biológica), la noosfera (o evolución de la conciencia universal). Esta última, conducida por la humanidad, alcanzará la última etapa de la evolución en la cristósfera. 

También entiéndase que la noosfera es el estrato que conduce la energía liberada en el acto del pensamiento. Está a la altura de las cabezas humanas interconectando toda la energía del pensamiento y generando la conciencia universal[cita requerida]. 

 «Creo que el Universo es una Evolución. Creo que la Evolución va hacia el Espíritu. Creo que el Espíritu se realiza en algo personal. Creo que lo Personal supremo es el Cristo Universal». Pierre Teilhard de Chardin 

Coincidencias y diferencias entre Vernadsky y Teilhard

Ambos, Vernadsky y Teilhard, coinciden en el proceso aunque la última etapa señala objetivos totalmente distintos:2 Para Vernadsky, la última etapa es una visión del pensamiento científico que acelera, modifica y va tomando el control de lo "natural", y en la cual nunca discute un posible fin de la noosfera. Para Theilhard, el lado psíquico de la materia se vuelve determinante, para apuntar así a la culminación de un proceso en donde la Tierra-noosfera es reemplazada por una super-mente, significando de este modo la realización del espíritu en la Tierra. Noocracia[editar] Artículo principal: Noocracia 

El reciente conocimiento de los ecosistemas y del impacto humano en la biosfera ha conducido a un vínculo entre la noción de sostenibilidad con el de co-evolución3 y con la armonización de la evolución cultural y biológica. En este contexto, el resultante sistema político será referido entonces como una noocracia.4 5 Ya Sócrates6 había sugerido este sistema. 

El teórico estadounidense Ken Wilber7 (1995) trata esta tercera evolución de la noosfera. En su trabajo Sexo, ecología y espiritualidad (1995) construye varios de sus argumentos sobre la emergencia de la noosfera y la continua emergencia de subsiguientes estructuras evolutivas. 

4↑ La necesidad de desarrollar verdaderos instrumentos de gobernación mundial planteó la necesidad de diseñar mecanismos de toma de decisión en el ámbito internacional. En seguida se vio que algún tipo de diseño democrático sería probablemente la opción menos problemática (y más justa). Con todo, el concepto de democracia tenía una fuerte carga valorativa que le restaba atractivo en determinados ámbitos. Como solución, se creó un comité internacional de sabios que diseñaron un sistema que pudiera satisfacer todas las demandas y sensibilidades. En primer lugar, se creó el concepto de Noocracia, es decir, un sistema político basado en el conocimiento. Esto permitía introducir dos acotaciones importantes: por un lado, se abría la puerta a que, en determinadas circunstancias, la opinión experta fuera privilegiada; en segundo término, se convertía en la expresión de la aspiración a conseguir que todos los habitantes del planeta pudieran ejercer como ciudadanos comprometidos y capacitados para participar en las tomas de decisión. Para poder poner en marcha el sistema se establecieron tres requisitos: primero, todos los ciudadanos del planeta deben poder participar en la elección del nuevo gobierno global; la fórmula era intencionadamente vaga para permitir formas de participación indirecta o ponderada. Segundo, todos los ciudadanos del planeta pueden ser escogidos o designados para tener responsabilidades en el nuevo gobierno global. Tercero, todos los miembros del gobierno mundial deben rendir cuentas periódicamente de su gestión y someter su cargo a refrendo para continuar o ser substituidos. Asimismo, se estableció un calendario para ir desarrollando la construcción del nuevo sistema y para profundizar en la equiparación de los procesos de sufragio activo y pasivo. 

martes, 28 de abril de 2015

Jean-Baptiste de Lamarck

Jean-Baptiste de Lamarck 

Enciclopedia de obras de filosofía — Volpi 

Propiamente, Jean-Baptiste Pierre Antoine de Monet, Chevalier de Lamarck n. el 1. 8. 1744, Bazentin (Departamento de Somme) m. el 18. 12. 1829, París 

Lamarck, investigador de la naturaleza, por decisión de sus padres asistió a la escuela de los jesuitas en Amiens. En 1760 inició el servicio militar y en la Guerra de los Siete Años fue nombrado alférez. Herido, abandonó en 1778 el estado militar, se colocó en un banco de París, estudió medicina simultáneamente y siguió cultivando los estudios de historia natural, especialmente de botánica, que había iniciado ya en el ejército. Además se dedicó a la química y a la meteorología y coleccionó crustáceos. Como discípulo de B. de Jussieu, redactó en 1779 la primera obra extensa, de tres volúmenes, Flore française, para lo cual Buffon le consiguió un puesto en el museo de ciencias naturales. Después de la revolución, Lamarck obtuvo allí, en 1793, un puesto de profesor de zoología en la especialidad de los invertebrados. Su vida personal se caracterizó por la pobreza y los golpes del destino. Lamarck estuvo casado tres o cuatro veces y tuvo ocho hijos; su salud y sobre todo su vista empezaron a empeorar desde 1809. Finalmente, después de 1818, sólo con ayuda de sus dos hijas pudo continuar los trabajos científicos. Murió en la más solemne pobreza. 

Philosophie zoologique Philosophie zoologique, ou exposition des considérations relatives à l’histoire naturelle des animaux Filosofía zoológica o exposición de las consideraciones relativas a la historia natural de los animales 1ª ed. París 1809 (2 vols.) 

En su obra madura, que desarrolla la primera teoría unitaria de una evolución de los objetos naturales y de los organismos, Lamarck presenta una interpretación novedosa de todos los fenómenos naturales. Se sirvió para ello de una gran base de datos fundamentadores tomados de las ciencias naturales de la época. A este respecto, el autor ya no entiende los fenómenos naturales como productos estáticos de la creación, sino como datos sometidos a procesos dinámicos. 

Sus teorías químicas y físicas permanecen ampliamente ancladas en especulaciones tradicionales, y así mantiene la teoría de los cuatro elementos y concede una importancia destacada al elemento del fuego. En cambio, sus puntos de vista sobre las ciencias naturales se desprenden de todo un conjunto de investigaciones detalladas, especialmente de las experiencias con los invertebrados, que entonces eran poco conocidos. 

Los primeros apuntes de teoría de la evolución están contenidos ya en el discurso de apertura de su curso sobre los invertebrados (1800), publicado en Système des animaux sans vertèbres [Sistema de los animales invertebrados] (1801) y en Recherches sur l’organisation des corps vivants [Investigaciones sobre la organización de los cuerpos vivos] (1802). Las experiencias acerca de los diversos niveles de organización de los mamíferos a los pólipos le permitieron constatar «degradaciones» en la organización de las «grandes masas», es decir, grupos de animales. Luego buscó también un mecanismo explicativo de la constitución de organismos complejos más diferenciados a partir de la estructura de formas sencillas. Lamarck, perteneciente a los investigadores de la naturaleza que crearon el concepto de «biología» (1802) y esbozaron el correspondiente programa de investigación (él mismo en un manuscrito de 1812), rechazó el vitalismo coetáneo (Bichat) y definió la vida y sus fenómenos según principios físicos. Tales teorías, especialmente el efecto del calor en la materia húmeda, viscosa, le llevaron a la afirmación de la posibilidad de una primitiva generación espontánea, especialmente de plantas (con sencillos tejidos celulares). A partir de aquí, en virtud de una «tendencia natural» a formas orgánicas más complejas, nacieron a su juicio los grandes grupos de formas que se presentan jerárquicamente ordenados. Y dentro de ellos se habrían formado las variedades por causa de los influjos del entorno. El autor considera que ni las especies ni los géneros son constantes. Por el uso o no uso y por el cambio de las costumbres de vida bajo condiciones cambiadas, los órganos pueden transformarse paulatinamente y transmitir hereditariamente las mutaciones. 

En 1809, Lamarck añadió explicaciones esenciales de las posibilidades evolutivas de las capacidades mentales superiores en los mamíferos y en el hombre. Fue uno de los primeros investigadores de la naturaleza que las explicó por medio de una evolución estructuralmente más compleja del sistema nervioso y del cerebro. Para ello, introdujo además la acción de un fluido nervioso, definido en términos de materia física. Dicho líquido transmitiría, por ejemplo, las reacciones en los movimientos de las extremidades dirigidas por el cerebro; y, a su juicio, las conexiones reguladas entre los sucesos se establecerían mediante un sentimiento interior. Con ayuda de este concepto explicó Lamarck determinadas actividades del sistema nervioso y del cerebro, tales como el instinto, la voluntad, la memoria, la facultad del juicio y la imaginación. Según el autor, en el hombre también el pensamiento y las persuasiones morales han de explicarse de esa manera. En el concepto expuesto se sedimentaron influjos de la psicología y epistemología sensualista de Condillac y especialmente de los «ideólogos» y de Cabanis

Lamarck siguió desarrollando sus puntos de vista en la obra Système analytique des connaisances positives de l’homme (Sistema analítico de los conocimientos positivos del hombre). Las doctrinas de Lamarck provocaron intensas disputas en la época siguiente, y las provocó en especial su transformación en el así llamado lamarquismo, desde 1875 aproximadamente, que sostenía el carácter hereditario de las propiedades adquiridas por el cambio de costumbres. B.HOPPE

domingo, 26 de abril de 2015

Anton van Leeuwenhoek

Anton van Leeuwenhoek (24 de octubre de 1632 – 26 de agosto de 1723) fue un comerciante y científico neerlandés. Fue el primero en realizar importantes observaciones con microscopios fabricados por él mismo. Correspondiente de la Royal Society de Londres, a la que se afilió en 1680. Desde 1674 hasta su muerte realizó numerosos descubrimientos. Introdujo mejoras en la fabricación de microscopios y fue el precursor de la biología experimental, la biología celular y la microbiología. Heredó la labor de Jan Swammerdam (1637-1680) que vivió en Ámsterdam. 


Anton van Leeuwenhoek nació en Delft, Países Bajos, el 24 de octubre de 1632. Fue hijo de los menonitas comerciantes de cestas Philips Teunisz Leeuwenhoek y Margriete Jacobsdr van den Berch, casados en esa misma ciudad el 30 de enero de 1622, y que vivían en una casa acomodada de la calle Leeuwenpoort. Antes de cumplir seis años, dos de sus hermanas menores y su padre habían fallecido, y su madre volvió a casarse en 1640; enviaron a van Leeuwenhoek a un internado en el pueblo de Warmond, cerca de Leiden. y poco después fue a vivir con un tío en Benthuizen, un pueblo situado al nordeste de Delft. A los dieciséis años de edad su padrastro falleció y su madre lo envió como aprendiz a Ámsterdam como tratante de telas, y después de su aprendizaje trabajó como contable y cajero en casa de su maestro. En 1653 van Leeuwenhoek vio su primer microscopio simple, una lupa montada en un pequeño soporte que era utilizado por los comerciantes textiles, con una capacidad de ampliación de tres aumentos y que él adquirió para su propio uso. En 1654 regresó a Delft, donde residiría el resto de su vida, y montó su propio comercio de telas y mercería, de cuya actividad comercial ha trascendido muy poco. El 11 de julio se casó con Berber (Bárbara) de Mey, hija de un comerciante de telas. Cuatro de sus cinco hijos murieron jóvenes. En 1660 obtuvo el cargo de chambelán del Lord Regente de Delft. En 1669, se convirtió en agrimensor y a partir de 1679 desempeñó el puesto de inspector y controlador de vinos; lo que indica que alcanzó una posición social próspera. Se cree que dejó su negocio de telas poco después de 1660, porque en su correspondencia no lo menciona, y al parecer sus puestos de trabajo municipales le permitían dedicarle un tiempo considerable a la microscopía. En 1666 su esposa murió y en 1671 se casó en segundas nupcias con Cornelia Swalmius; a quién también sobrevivió, pues ella falleció en 1694, dejándolo al cargo de María, única superviviente de sus cinco hijos. Van Leeuwenhoek pasó toda su vida en la ciudad de Delft. Sus finanzas estaban saneadas. Una indicación de su fortuna es la herencia que le dejó su hija María a su muerte en 1745 y que representa 90 000 guineas, una suma considerable para la época. Sin embargo, algunos autores indican que van Leeuwenhoek «ocupó un modesto empleo municipal hasta su muerte». 

Constantijn Huygens (1596-1687) escribió: «Se puede ver cómo el buen Leeuwenhoek no se cansa de hurgar por todas partes hasta donde su microscopio alcanza, y si buena parte de otros mucho más sabios hubieran dedicado el mismo esfuerzo, el descubrimiento de cosas bellas iría mucho más lejos». Si bien observaciones como esta suscitaron la admiración de los científicos contemporáneos, posteriormente se criticó su falta de preparación científica académica, además de su desconocimiento de lenguas extranjeras. Sin embargo esta carencia de conocimientos científicos le permitió realizar sus observaciones desde un punto de vista novedoso, libre de los perjuicios de los anatomistas de su época. Dejó una inmensa obra únicamente constituida por cartas (algunas publicadas en Philosophical Transactions of the Royal Society), más de 300, totalmente redactadas en neerlandés y la mayoría enviadas a la Royal Society. En una carta dirigida a Henry Oldenburg, datada el 30 de octubre de 1676, le escribe que espera recibir de sus corresponsales las objeciones a sus observaciones, y que se compromete a corregir sus errores. Por otra parte también responde a las primeras señales de escepticismo que marcan la aparición de sus observaciones por una evidente confianza en sí mismo. Sus observaciones fueron lo suficientemente famosas como para recibir a numerosos visitantes de la altura de la reina María II de Inglaterra (1662-1694), Pedro el Grande (1672-1725) o Federico I de Prusia (1657-1713), además de filósofos y sabios, médicos y eclesiásticos. Van Leeuwenhoek realiza ante ellos numerosas demostraciones: le mostró a Pedro el Grande la circulación sanguínea en la cola de una anguila.

Murió el 26 de agosto de 1723 en Delft, a la edad de 90 años. El 31 de agosto fue enterrado en la Oude Kerk (Iglesia Vieja) de la ciudad. Durante su vida fabricó más de 500 lentes. Su desarrollo del microscopio fue utilizado y mejorado por Christiaan Huygens para su propia investigación sobre microscopía. Se ha destacado también la influencia que ejerció sobre la Monadología de Gottfried Wilhelm Leibniz. 

Sus observaciones al microscopio: se abre un nuevo campo de conocimiento 


Mientras desarrollaba su trabajo como comerciante de telas, construyó para la observación de la calidad de las telas lupas de mejor calidad que las que se podían conseguir en ese momento, tras aprender por su cuenta soplado y pulido de vidrio. Desarrolló tanto fijaciones para pequeñas lentes biconvexas montadas sobre platinas de latón, que se sostenían muy cerca del ojo, al modo de los anteojos actuales, como estructuras tipo microscopio en la que se podían fijar tanto la lente como el objeto a observar. A través de ellos podía observar objetos, que montaba sobre la cabeza de un alfiler, ampliándolos hasta doscientas veces (potencia visual que excedía con mucho la de los primeros microscopios de lentes múltiples). 

El médico y anatomista neerlandés Regnier de Graaf (1641-1673) es quien presenta las primeras observaciones de van Leeuwenhoek a la Royal Society en 1673. En ellas describe la estructura del moho y del aguijón de la abeja. Comienza entonces un intenso intercambio de cartas entre van Leeuwenhoek y los miembros de la sociedad científica londinense, correspondencia que proseguirá durante casi 40 años, hasta su muerte en 1723.

La Royal Society lo admite como miembro en 1680, y la Academia de las ciencias de París lo admite como miembro correspondiente en 1699.

Realiza sus observaciones utilizando microscopios simples que él mismo construye. A su muerte, legó 26 microscopios a la Royal Society que nunca fueron utilizados y que, un siglo más tarde, se habían perdido. El 29 de mayo de 1747, dos años después de la muerte de su hija María, se vende un lote de más de 350 de sus microscopios, así como 419 lentes. 247 microscopios estaban completos, muchos conservando todavía el último espécimen observado. Dos de estos instrumentos tenía dos lentes y uno contaba con tres. Sus mejores aparatos conseguían más de 200 aumentos. No dejó ninguna indicación sobre sus métodos de fabricación de las lentes, y hubo que esperar varias décadas para disponer de nuevo de aparatos tan potentes. Se ignora cómo iluminaba los objetos observados así como su potencia. El más potente de sus instrumentos conservados hoy en día tiene una tasa de ampliación de 275 veces y un poder de resolución de 1,4 μm. Si bien regaló muchos de sus microscopios a sus allegados, nunca vendió ninguno. Se estima que solamente una decena los microscopios que construyó se conservan en la actualidad. 

Van Leeuwenhoek mantuvo durante toda su vida que había aspectos de la construcción de sus microscopios «que sólo guardo para mí», en particular su secreto más importante era la forma en que creaba las lentes. Durante muchos años nadie fue capaz de reconstruir sus técnicas de diseño. Finalmente, en los años 1950 C. L. Stong usó un delgado hilo de cristal fundido en vez del pulimento, y creó con éxito algunas muestras funcionales de un microscopio del diseño de van Leeuwenhoek. 

El descubrimiento de los protozoarios

Fue probablemente la primera persona en observar bacterias y otros microorganismos. En una carta fechada el 7 de septiembre de 1674, evoca por primera vez las minúsculas formas de vida que observó en las aguas de un lago cerca de Delft. Después de haber mencionado de nuevo estas criaturas en dos cartas, una del 20 de diciembre de 1675 y otra del 22 de enero de 1676, en una extensa carta de diecisiete hojas, fechada del 9 de octubre de 1676, describe lo que actualmente denominamos protozoarios, especialmente los ciliados de los que se alimentan de las algas (Euglena y Volvox).

Describe numerosos organismos cuya determinación es más o menos posible en la actualidad: Vorticella campanula, Oicomonas termo, Oxytricha sp.,30 Stylonychia sp., Enchelys, Vaginicola, Coleps. En una carta del 1 de junio de 1674 enviada a Henry Oldenburg, secretario de la Royal Society, van Leeuwenhoek acompaña unas muestras de los organismos que había observado. Pero estas observaciones son recibidas con escepticismo por los científicos de la época, por ello, adjunta a una carta del 5 de octubre de 1677 el testimonio de ocho personas (pastores, juristas, médicos), que afirman haber visto esos numerosos y variados seres vivos. También recibe el apoyo de Robert Hooke (1635-1703), que, en su Micrographia, ofrece la primera descripción publicada de un microorganismo, y que, en la sesión del 15 de noviembre de 1677 de la Royal Society, afirma la realidad de las observaciones de van Leeuwenhoek. El traductor de las cartas que aparecen en Philosophical Transactions, la publicación de la Royal Society, denomina a estos organismos animálculos. 

El descubrimiento de los espermatozoides

En 1677 menciona por primera vez los espermatozoides en una carta enviada a la Royal Society, en la que habla de animálculos muy numerosos en el esperma. Leeuwenhoek fue consciente de que sus observaciones, que mostraban que en la semilla contenida en los testículos estaba el principio de la reproducción de los mamíferos, iba a chocar con el paradigma de su época, porque sus observaciones estaban en contra de las tesis desarrolladas por grandes sabios de la época, como William Harvey (1578-1657) o Regnier de Graaf (1641-1673). 

Leeuwenhoek y la generación espontánea

Van Leeuwenhoek también es conocido por oponerse a la teoría, por aquel entonces en vigor, de la generación espontánea. Junto con el italiano Francesco Redi (1626-1697) y otro neerlandés, Jan Swammerdam (1637-1680), hace numerosas observaciones sobre los insectos y sobre su reproducción. Aunque al principio de sus observaciones no parece estar en contra de esta teoría, realizando unos estudios a mediados de los años 1670 diseca piojos y observa pequeñas crías de estos insectos en los huevos que se encuentran en el cuerpo de las hembras. Realiza experiencias similares con pulgas y sus huevos, aunque no logra reconocer a las pulgas al ver sus larvas, a pesar de las observaciones publicadas por Swammerdam unos años antes. Años más tarde volvería a estudiar estos animales. Estuvo interesado, a principios de 1679, por la presencia de un gusano (Fasciola hepatica) en el hígado de cordero, y, como Redi y Swammerdam, no comprende el complejo ciclo vital del animal, que no sería dilucidado hasta muchos años después. 

 Otras observaciones

El interés de van Leeuwenhoek se dirige hacia objetos muy variados, y aparentemente no sigue un plan predefinido. Sus observaciones en el campo de la zoología son numerosos, pero también en botánica, química, microbiología, física, fisiología y medicina. Leeuwenhoek observa que el gusano del vinagre (Anguillula aceti) es vivíparo, otra prueba que confirma su oposición a la teoría de la generación espontánea. Estudia los glóbulos rojos de numerosos animales y del ser humano, así como el riego sanguíneo y los capilares de la cola de los renacuajos, de las patas de las ranas, de la aleta caudal de las anguilas y del ala de los murciélagos. Describe la estructura de diversas faneras: plumas de varias especies de aves, pelos y piel de oso o escamas de peces. Como otros microscopistas de su época, estudia la anatomía de numerosos insectos como las abejas, moscas pequeñas, pulgas, chinches o gusanos de seda. Es el primero en observar las diferentes posturas de las larvas de los mosquitos (Culex y Anopheles). En botánica, estudia la estructura de las hojas y de la madera de diversas especies. Se interesa por la relación entre la estructura de diversas especies y su gusto (café, pimienta, té, nuez moscada, jengibre, salvia, etc. No todas las observaciones de van Leeuwenhoek se dirigen hacia los seres vivos. Estudia y describe la pólvora antes y después de su combustión, o la estructura de diversos metales así como rocas, cristales, sales y otros objetos. Van Leeuwenhoek, en una carta fechada el 25 de abril de 1679, ofrece la que probablemente sea la primera estimación de la población máxima que podría alcanzar la Tierra. Se basa en la densidad de Holanda en su época (120 personas por kilómetro cuadrado), y considera que la Tierra podría acoger hasta 13,4 mil millones de seres humanos.

Opinión de los historiadores

Julius von Sachs (1832-1897) en su Historia de la botánica dice que «Todos estos trabajos de botánica están marcados de un carácter superficial que testimonia ocupaciones puramente accidentales y pasajeras; el interés que manifestaba hacia los problemas de la filosofía de la naturaleza que reinaba en la época de la que hablamos, en particular los que tocan al dominio de la teoría de la evolución, la curiosidad pura y el deseo de abordar cuestiones misteriosas e inaccesibles para la mayoría, llevaron a Leeuwenhoek a emprender los estudios de los que hablamos. Pero no supo coordinar los resultados de sus observaciones para hacerse una idea exacta de la estructura vegetal en conjunto.» Sachs reconoce sin embargo la calidad de las observaciones de van Leeuwenhoek que demuestran, según él, la gran potencia de las lentes realizadas por el sabio neerlandés. Para Julius Victor Carus (1823-1903) en su Historia de la zoología: «Fue de alguna manera el primero de estos aficionados que no demandan del microscopio más que un tranquilo entretenimiento. [...] Casi no hay sistemas anatómicos que Leuwenhœck [sic] no hubiera enriquecido con hechos importantes». Para Carus, «No hicimos apenas progresos desde él hasta O. F. Muller». Aunque existía la creencia de que van Leeuwenhoek trabajaba de una manera que era esencialmente indisciplinada, utilizando métodos poco ortodoxos y faltos de refinamiento y objetividad, o incluso poniendo en duda la atribución de algunas de sus observaciones, las investigaciones actuales muestran que, por el contrario, realizaba sus trabajos a conciencia, registraba sus observaciones con meticulosa diligencia y tenía una capacidad clara de establecer procedimientos experimentales racionales para su época y contaba además con una buena voluntad para elevarse sobre las opiniones existentes y abandonar creencias anteriores a la vista de las evidencias.

Desde 1877 la Real Academia Neerlandesa de las Artes y las Ciencias (Koninklijke Nederlandse Akademie van Wetenschappen, KNAW) otorga en su honor la Medalla Leeuwenhoek. Se concede cada diez años al científico que haya realizado la contribución más significativa a la microbiología durante la década precedente. 

Francesco Redi

Francesco Redi (Arezzo, 18 de febrero de 1626 – Pisa, 1 de marzo de 1697) fue un médico, naturalista, fisiólogo, y literato italiano. Francesco Redi demostró que los insectos no nacen por generación espontánea, por lo que se le considera el fundador de la helmintología (el estudio de los gusanos). Realizó estudios sobre el veneno de las víboras, y escribió Observaciones en torno a las víboras (1664). 

Hijo de un médico de la corte de los Medici, Redi estudió con los jesuitas en su ciudad natal y se graduó en 1647 en Medicina por la Universidad de Pisa. En 1649 empezó a hacer experimentos con diversos animales, hasta llegar a demostrar que la teoría de la generación espontánea era falsa. Redi fue, desde 1654, primer médico de los grandes duques de Toscana Fernando II y Cósimo II. Si bien comenzó estudiando a las serpientes y sus mordeduras, se abocó sobre todo la parasitología. Por su labor puede considerarse como fundador de esta rama de las ciencias naturales, especialmente de la helmintología, cuyas bases dejó plasmada en su tratado de 1684. Su experimento de 1668 mostrando la ausencia de gusanos en un frasco cerrado donde se había dejado carne pudriéndose asestó un duro golpe a la teoría de la generación espontánea. En sus investigaciones usó ampliamente la disección y la observación con el microscopio. 

 Redi también fue un celebrado poeta y en 1665 fue nombrado catedrático de lenguaje toscano en la Academia Florentina. Entre sus célebres poesías se encuentra Verde y gris, famosa desde su tiempo. 

Experimento de Redi

En una época en la que se creía tanto en la creación como en la generación espontánea, Francesco Redi era uno de los que dudaba de ella, por eso realizó el siguiente experimento: Colocó un trozo de carne en tres jarras iguales, la 1º la dejó abierta, la 2º la tapó con un corcho, y la 3º la dejó cubierta con un trozo de tela bien atada. Después de unas semanas Redi volvió. Vio que en la 1º jarra, la que estaba abierta, habían crecido larvas. En la 2º jarra y en la 3°, su interior estaba podrido y olía mal, pero no había crecido ninguna larva. Por lo tanto, la carne de los animales muertos no puede engendrar gusanos a menos que sean depositados en ella huevos de animales. Redi pensó que la entrada de aire a los frascos cerrados podría haber influido en su experimento, por lo que llevó a cabo otro. Puso carne y pescado en un frasco cubierto con gasa o con un mosquitero; después de tiempo Redi se fijó y descubrió que las moscas o gusanos dejaban no en el frasco si no en la gasa sus huevos. 
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Aún con los resultados obtenidos y los de otros autores, la gente seguía creyendo en la generación espontánea, y Francesco Redi se vio obligado a admitir que en ciertas ocasiones sí se podía dar la generación espontánea. Su obra más importante, donde expuso los resultados de sus experiencias, la escribió en el año 1684. Suya es la frase Omne vivum ex ovum, ex vivo que se traduce como todo lo vivo procede de un huevo y este de lo vivo.